El enfoque propuesto reúne la perspectiva histórico-cultural a fin de dar cuenta de nuestro objeto de estudio que es el cruce de la poesía y el testimonio de larga data e la tradición amerindia y occidental. Una primera respuesta la da Tamara Kamenszain en su libro homónimo: se trata de la boca del testimonio del poeta, ese lugar metonímico por antonomasia que es la cavidad donde se fragua la articulación de la voz y la fonación material de la lengua. Por tanto, la boca del testimonio representa, para el género lírico, un sujeto escindido, fragmentado, dividido (ya no individuum) que, pese a todo , toma la palabra para acceder a la fuente del lenguaje y devenir persona en términos de Emile Benveniste y la teoría de la enunciación. Si lo ineliminable de la lírica como género es la subjetividad, la poesía moderna pergeña nuevas formas de subjetivación como la impersonalidad, la configuración de otredades y subjetivaciones seudo o heterónimas capaces de seguir dando testimonio de los desastres de la cultura, apelando incluso al "se" impersonal. Este es el dilema del género lírico, quizás el más plástico y creativo pero no menos potente en su vigor enunciativo para enfrentar los desafíos y los obstáculos de la memoria, la constitución de los procesos de subjetivación y de desubjetivación, el modo de transmitir la experiencia y referirse o apostrofar a la historia misma.